su sonrisa inquieta
y alguna lapicera que me robo
junto con un negativo de fotos que, temo, no me corresponden
así muchas veces
es la melodía habitual
y algún que otro gato rizón
desplegando sus dientes como un acordeón
fácil le parece desaparecer junto con su gesto sin concesiones
de fácil desaperecer